lunes, 29 de julio de 2019

Aprender a soltar: Cómo lidiar con el dolor

Sé fuerte. Esa es la frase más cliché que solemos escuchar CUANDO TODO LO QUE QUISIÉRAMOS ES QUE LA TIERRA SE ABRIERA Y NOS TRAGARA. Nadie explica de dónde sale esa fortaleza o que si nos volvemos expertos en decir que ESTAMOS BIEN es porque lidiar con el consuelo a veces es tan difícil como sobrevivir al propio dolor.  

Mi abuela falleció hace 7 meses. Tenía 90 años y Alzheimer. Un colapso en sus pulmones puso fin a su vida en plenas navidades. Vaya fiestas diría yo. Creo que mi PROCESO DE DOLOR comenzó como una bola de nieve cuando empezó a fallarle la mente. De la noche a la mañana la mujer fuerte y guerrera que era mi abuela se transformó en una niña y eso cambió mi foco de vida. Mis horarios, mi tiempo, mis energías, todo estaba dirigido y enfocado en darle AMOR a ella. 

En algún punto del caminé dejé de pensar en las repercusiones de su enfermedad,en su codependencia y la disminución de sus funciones vitales; en ese momento negro y amargo en que finalmente olvidara quien era yo. Convertí mi angustia en adaptación. Dejé de ver a mi abuela como una adulto convaleciente para tratarla como un infante. Convertí la desesperación en tolerancia y a cada oportunidad le dije que la amaba. Sostuve sus manos hasta el último momento y aún cuando el mundo se había vuelto un lugar tenebroso y gris para ella fui siempre su gota de color.

Le gustaba peinar mis cabellos y ponía una sonrisa en su rostro cuando me veía llegar. Le gustaba acariciarme y decirme "Mi hijita más pequeña". Todos los rostros se desdibujaron en su mente menos el mío. Incluso al final, sabía que era yo quien sostenía sus frágiles manos. Ese fatídico día el mundo dejó de girar para mí.  Nada tenía sentido sin ella a mi lado, sin sus ojos sabios y sus manos en mi cabello, sin oirla cantar y hacerme cuentos de su familia. Una parte de mi sabía que ahora ya no podía seguir sufriendo los embates de su enfermedad pero la otra no estaba lista para verla irse así, como un diente de león que se esparce en el viento. 

No hay un momento en que no la extrañe, en que no la necesite en mi vida. El tiempo no ha sanado su ausencia pero ya dejé de pelearme con Dios. Ya no trato de pensar en el mañana sin ella. Me concentro en llevar un día a la vez, en recordar los momentos dulces y tratar de vivir la vida de frente como lo hacía ella, en disfrutar de los pequeños momentos, en sonreir hasta que mi cerebro se lo crea y en hacer honor a todas sus enseñanzas. 

Aún hoy, 7 meses después, llevo mi dolor como una ola; a veces me golpea con intensidad, cuando una canción, un aroma, un recuerdo me arrastra hacia ello y otras veces se desplaza ligera dándome tiempo a recuperarme y llevar mejor  la próxima ola. Hasta entonces lucho por no bajarme de la tabla y rebasarla un día a la vez. NO ESTOY BIEN, NI TENGO PORQUE ESTARLO. Mi misión es sobrepasar el día de HOY y estar un poco MEJOR QUE AYER. Así que si hoy sientes tu corazón doler sin consolación, respira hondo y se libre para estar mal, pero no nades en la autocompasión, evoca cada momento bueno porque extrañar es sinónimo de haber amado bien. No seas fuerte, sé tu mismo y encuentra tu tiempo de sanación. Tal vez no hoy, ni mañana pero en algún punto del camino incluso con el alma rota podrás brillar otra vez.



Sinceramente Lulú